Dicen que de toda boda salen nuevas historias de amor, y una de las más dulces nació en 1660, durante el enlace entre Luis XIV y María Teresa de Austria en San Juan de Luz, en lo que hoy es el País Vasco francés. Allí, entre celebraciones reales y banquetes interminables, los monarcas recibieron un obsequio que marcaría la historia de la pastelería europea: unos pastelitos de almendra suaves, aromáticos y delicadamente esponjosos creados por el pastelero Monsieur Adam. Así nacieron los macarons originales, antes de convertirse en el icono colorido que hoy conocemos.
Un secreto bien guardado durante más de 350 años
La receta primigenia, que supera los 350 años de antigüedad, se mantiene exactamente igual en Maison Adam, la pastelería que perpetúa el legado familiar desde el siglo XVII. Aunque en el mundo se ha popularizado el macaron parisino —redondo, de vivos colores y rellenos variados—, el macaron de San Juan de Luz sigue siendo una joya más sencilla, auténtica y fiel a su origen: una pequeña galleta tierna de almendra, con sabor profundo y textura melosa.
A diferencia de sus reinterpretaciones modernas, no lleva colorantes ni rellenos, y es precisamente su aparente simplicidad la que lo hace único. Su fórmula sigue siendo secreta, transmitida de generación en generación, un pacto familiar que ha convertido este dulce en un legado cultural. En euskera, de hecho, reciben el nombre “pare gabea”, que significa “sin igual”, y no podría haber definición más acertada.
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La esencia del macaron original
Este macaron ancestral se elabora con solo tres ingredientes fundamentales:
- Clara de huevo
- Almendra molida
- Azúcar glas y azúcar blanco
Una visita obligada en el País Vasco francés
Hoy, Maison Adam sigue siendo un auténtico templo gastronómico en San Juan de Luz. Sus escaparates —donde los macarons se alinean como pequeñas reliquias— atraen a visitantes de todo el mundo, curiosos por probar el dulce que conquistó a un rey y que sigue enamorando a quien lo prueba.
En un paisaje gastronómico en constante reinvención, el macaron original de Maison Adam se mantiene inalterable, convertido en un símbolo de artesanía, tradición y refinamiento dulce.