Una cata de vinos sirve para comparar los colores, aromas, gustos y sabores de diferentes botellas, además de la sensación táctil que provoca en la boca, con las impresiones que tiene atesoradas en la memoria.
No obstante, hay algunos tipos de catas básicos que todo enamorado del mundo de os vinos y el universo gourmet debe experimentar.
Cata Nº1: Compare vinos similares, de un mismo rango de precio, cosecha y variedad. Este tipo de cata le permite identificar caracteres definidos: por ejemplo, el perfil frutal o especiado de los aromas, el cuerpo y volumen de boca. Hay que intentar saber por qué uno gustó más que otro. Con esa pegunta como guía, hay que registrar en unas pocas las sensaciones que lo expliquen, aunque no se pretenda ser un profesional.
Cata Nº2: Pruebe vinos distintos, de regiones y varietales diferentes, pero de igual cosecha, para acentuar el salto entre los productos y así generar un contraste que abra el espectro gustativo. Pregúntese cuál gustó más y por qué. Y regístrelo por escrito.
Cata Nº3: Deguste vinos de una misma uva pero de diferentes precios. Entre los extremos, las diferencias más notables serán de estructura. Los caros tendrán más porte y presencia de madera y de complejidad.
Cata Nº4: Busque vinos de diferentes estilos por región y varietal. La pregunta será qué define el estilo, sin modificar el precio de las etiquetas. Repase las catas anteriores y sus notas para entender el comportamiento de un varietal en una región, y cómo influye el estilo de la bodega en el vino.
Cata Nº5: Trate de entender la evolución del producto y cómo cambia con los años. En términos generales los tintos adelgazan, se armonizan y ganan complejidad. Los blancos pierden expresión y se atemperan. Lo perfecto sería probar una misma etiqueta en distintas añadas, y si es posible con precios similares. Así se tiene una sensación de primera mano acerca de qué sucede con la evolución de los vinos.