Visitando ofertas culinarias en Granada

Creado: Dom, 19/07/2015 - 15:57
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Mi sentido del olfato fue mediocre. Desde el interior del bus turístico que se había detenido en una estrecha carretera de la montaña, nuestro conductor extendió la mano por su ventana y arrancó un puñado de ramas verdes de un árbol. Se las pasó a los 20 pasajeros.

“Huelan esto,” dijo con su afable acento granadino, “y díganme qué creen que sea.”

Cada ramita tenía un grupo de pequeñas mazorcas color lima en el extremo, las cuales tenían un olor agradable, como la canela, pero con un matiz de almizcle. ¿Cardamomo? ¿Era salvia? ¿Es salvia lo que las personas intentan fumar? ¿O es tomillo?

Mientras seguía imaginando qué podían ser las ramitas, el resto de los pasajeros dijeron al unísono: “!Clavo de olor!”

Yo, fiel consumidora de condimentos multipropósito de marca genérica, no fui la nota discordante en este tour. Si hay un lugar donde no se puede ser ajeno a las especias, es en Granada, conocida como la “Isla del Condimento”. La pequeña nación caribeña es el segundo mayor productor del mundo de nuez moscada y macis, y uno de los principales exportadores mundiales de especias como la canela, cúrcuma, hojas de laurel y jengibre.

Hasta hace poco más de una década, la agricultura y la producción de especias eran la mayor industria de Granada. Pero los huracanes Iván y Emily,en 2004 y 2005 respectivamente, le asestaron un golpe devastador al sector agricultor de la isla, dañando árboles, cultivos, campos, al ganado y a la pesca. Como respuesta, muchos granadinos han enfocado su energía en una industria con mayor capacidad de recuperación: el turismo. Específicamente, el turismo de especias — excursiones y eventos resaltando la producción local de condimentos.

Es un enfoque que le ha permitido a Granada, un país con poco más de 100.000 habitantes, diferenciarse de los otros populares destinos caribeños. Los dueños de hoteles y restaurantes aquí buscan una clase más sofisticada de turistas: amantes de la buena cocina y epicúreos interesados en conocer los ingredientes en su comida, y dispuestos a pasar un día de tour para averiguarlo.

Granadaprincipalmente recibe visitantes europeos, mayores de 40 años, así que fue no fue nada novedoso que mi tour estuviese compuesto por alemanes bien vestidos, británicos y suecos, posiblemente rondando los 60 años. Yo llamaba la atención como una norteamericana veinteañera, usando tenis Converse y un aro en la nariz.

Durante nuestra expedición de siete horas, serpenteando a través de la exuberante selva tropical y poblados costeros, el conductor del bus hizo otras paradas para recoger muestras de especias que crecen en los costados de la carretera. Algunas eran más fáciles de discernir: reconocí la canela, con una corteza sorprendentemente húmeda por haber sido tomada directamente del árbol. Cúrcuma, “el azafrán de los pobres”, no tenía mucho olor y parecía una zanahoria dura sacada del suelo.

La nuez moscada es el principal producto culinario de la isla. El guía abrió una fruta color amarillo pálido para mostrar una nuez, dura y carmelita como una bellota brillante, que parecía como si hubiese sido bañada en pintura de color rojo oscuro; la pulpa roja se retira y se convierte en macis, y la nuez se vuelve nuez moscada.

Aprendimos más en la Estación de Procesamiento Gouyave, una instalación dedicada a empaquetar nuez moscada, la cual parece que no ha sido modificada desde su fundación en 1952. Mujeres sentadas en bancos de madera estaban encorvadas sobre pilas de nueces, rodeadas de bolsas, apartando las que estén en malas condiciones. Un letrero hecho a mano advierte a quienes les gusta charlar: “Trabajadoras, traigan la paz de Dios. Dejen el ruido del Diablo afuera.”

En un piso superior, las nueces se secan durante meses en estantes de madera, y posteriormente son elegidas según el tamaño y la densidad. Solo las nueces más densas — las que se hunden en una vasija con agua — se utilizan para sazonar.

Otras paradas en el tour incluyeron una plantación de cacao, decenas de miles de granos se secan al sol sobre grandes bandejas que pueden ser llevadas al granero en caso de lluvia. Cuando nuestro guía cortó una planta de cacao, todos nos llevamos un grano a la boca. La capa ácida que rodea a cada grano sabe a caramelo, pero me decepcionó descubrir que el sabor del grano era amargo y no se parecía al chocolate.

Cerca de allí, visitamos una antigua fábrica de ron donde las operaciones diarias aun dependen de un molino de agua de dos pisos.

Cada visitante bebió un generoso traguito de ron. Después uno de los suecos declaró que la muestra le había parecido “intolerable”.Yo asentí seriamente. De hecho, el trago me supo a líquido para quitar esmalte de uñas y, para ser honesta, así es como me saben todos los tipos de ron.

Las excursiones a la fábrica fueron muy reveladoras, aunque me hubiese gustado que el tour estuviese más enfocado en la parte humana de la industria de especias — los siglos de trabajo forzoso o con poca paga que han hecho posibles esos sabores y olores. Sin embargo, la expedición, por valor de $90, fue una agradable forma de mezclar historia, gastronomía y un relajante paseo por una isla bucólica.

En mi opinión, lo mejor vino a la hora del almuerzo, o para ser más exacta, en el postre. La camarera trajo un cake de chocolate oscuro (el cacao producido allí) y helado de nuez moscada. Mi corazón dio un salto.

Puede que no me hayan apasionado mucho Ias especias, pero cuando se trata del postres, soy una experta.

Fuente: The Boston Globe
 

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