Vino & Cerveza. ¿Rivales en la copa?

Creado: Dom, 02/10/2011 - 16:28
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Por: Sommelier René García Valdés / Fotos de: Cortesía Alianza & Companies y Arcoroc
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Vino & Cerveza. ¿Rivales en la copa?

Conocidas desde la antigüedad, existen muchas razones que como gastrónomos o clientes debemos tener presente cuando nos decidamos por una u otra bebida.

En la restauración moderna existen dos bebidas alcohólicas que contienden entre sí: el vino y la cerveza. Sin embargo, no puede verse esto como una polémica de nuestros días. La porfía entre ambas bebidas data desde el mismo momento de su nacimiento en la historia.

Los ejemplos más antiguos que pueden considerarse como procesos biotecnológicos son la obtención de la cerveza y el vino. Muchas civilizaciones del pasado descubrieron que el azúcar y las materias primas azucaradas podían sufrir transformaciones espontáneas que generaban alcohol.

En la historia la primera experiencia del hombre con el alcohol lo constituyó para una gran mayoría la ingestión de la cerveza. Otra minoría disfrutó de esta acción a través del vino. Hablamos de civilizaciones que se dedicaban con más fuerza al cultivo del cereal o al de la uva.

Los sumerios en Mesopotamia fueron los primeros en ocuparse del arte de producir la bebida alcohólica que hoy llamamos cerveza. Ya en el año 4000 a.n.e. aparecen documentos que reseñan un procedimiento muy parecido al empleado hoy en todas las cervecerías del mundo. El lúpulo, empleado para aromatizar y dar sabor amargo a la cerveza, se comienza a utilizar siglos después.

Paralelamente, en la zona sur del Cáucaso, aparecen las primeras manifestaciones de elaboración de vinos rústicos. Mesopotamia, no contando con condiciones vitivinícolas, lo utilizaba para mesas de personajes importantes, adquiriéndolo sobre todo de Persia a través del río Éufrates, transportado en barricas de palmeras. Al requerir de recipientes voluminosos para su conservación se convirtió en algo perfecto para su comercio. El vino facilitó el contacto entre culturas distantes y proporcionó el medio y los motivos para el intercambio.

Egipto lo tomó como parte de su cultura, como lo demuestran las 36 ánforas de vinos de los mejores terroirs egipcios, encontrados en la tumba, abierta en 1922, del faraón Tutankamón, que reinó desde 1334 a 1325 a.n.e.

Cerveza y vino tomaron caminos similares en la historia. La civilización griega y la romana los convierten en bebidas comunes, pero ya desde entonces nuestros antepasados otorgaron al vino un poder y un valor mucho mayor que al de la cerveza.

Durante siglos fue el único antiséptico en la historia médica y quirúrgica. Las heridas se bañaban en vino y el agua podía beberse si se mezclaba con vino. Textos médicos antiguos lo recomendaban como tonificante de la mente y del alma, antídoto contra el insomnio, la pena y el cansancio, inductor del apetito, la felicidad y la digestión.

En la actualidad los poderes del vino se han explicado más ampliamente. Es conocido por todos que esta bebida se conserva durante mucho mayor tiempo, mejorando generalmente con la guarda.

El contenido de ácidos y taninos del vino produce una acción más enérgica y refrescante que la cerveza. En olfato cualquier vino puede alcanzar aromas primarios combinados que pueden ser florales, frutales, minerales, especiados y vegetales; sin mencionar aquellos que se adicionan si pasan un tiempo en barricas. Su sabor, limpio y duradero, invita a beber de nuevo.

¿Quién niega que el vino sea el acompañante perfecto de las comidas? Por solo citar ejemplos elementales, su sabor añade un nuevo ingrediente al plato, y su acción en el paladar compensa la riqueza de grasas y no hincha el estómago como sucede con su contendiente histórico.

En el proceso digestivo, la ingestión del vino favorece la asimilación de nutrientes, en especial de las proteínas, por lo cual los consumidores moderados de vino resultan estar mejor nutridos.

Incluso estudios científicos han demostrado las propiedades curativas del vino en el organismo, destacando sus efectos cardiovasculares, anticancerígenos, metabólicos y neurosiquiátricos, entre otros muchos.

Además de la diferencia de precio entre ambas, existen otras razones suficientes que como gastrónomos o clientes debemos tener presente cuando nos decidamos por una buena cerveza o una copa de vino.

La polémica no está en la rivalidad de estas, sino dentro de nosotros mismos: pues no se debe confundir el espacio en que cada una debe satisfacernos realmente.
 

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Por: Sommelier René García Valdés / Fotos de: Cortesía Alianza & Companies y Arcoroc