Sin alcohol, sin calorías, sin sulfitos e incluso sin botella. Los vinos sin alcohol son la novedad toda española de esta primavera y la nueva tendencia del futuro próximo de la gastronomía mundial.
No se les puede llamar “vinos”, pues la normativa vigente exige un grado alcohólico mínimo del 9% para que una bebida obtenida a través de la fermentación alcohólica de uva fresca pueda denominarse “vino”.
Pero es que las variedades producidas hasta ahora por bodegas como Matarromera o Torres tienen mucho más en común con un vino que con un refresco.
Para elaborar estos vino sin alcohol se comienza haciendo vino realmente y posteriormente se desalcoholiza en un largo y complicado proceso.
Por eso para elaborar las diferentes variedades de EminaZero, por ejemplo, se utilizan las mejores uvas españolas: Tempranillo del área del Duero para el tinto; Verdejo de la zona de Rueda para el blanco; Tempranillo y Verdejo del área de Cigales para el rosado.
El proceso de elaboración parte de una uva con un bajo grado alcohólico probable la cual se somete a una vinificación experimental que da como resultado un vino muy aromático y muy bajo en alcohol.
De ahí se separan los compuestos aromáticos, extrayendo los aromas sin alcohol del producto de partida. Tras haber eliminado por completo el alcohol a través de un sistema de conos rotatorios, el producto es sometido a una reconstrucción organoléptica de segunda generación.
En el caso de los públicos, el vino sin alcohol se destina a deportistas, jóvenes, mujeres embarazadas, pero también religiosos no practicantes del vino y aquellos que por múltiples razones, incluyendo prescripción médica o simple curiosidad, prefieren un producto que no contenga alcohol.
