El Habano como elemento universal de la sobremesa

Creado: Lun, 18/02/2019 - 09:00
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El tabaco, y especialmente los puros, ha sido objeto de admiración desde el primer momento en que los españoles llegaron a América en el siglo XV y observaron cómo mucha gente fumaba, sobre todo en las Antillas. Bartolomé de las Casas, en la descripción que hace de los indígenas, cuenta cómo encendían una especie de canuto o "mosquete" por un extremo mientras por el otro "chupan o sorben o reciben con el resuello para adentro aquel humo: con el cual se adormecen las carnes y casi emborracha, y así dicen que no sienten el cansancio. Estos mosquetes llaman ellos tabacos".

De entonces acá fumar se ha convertido en un acto cultural costumbrista y placentero para multitud de personas; lo practican en muchos momentos del día, especialmente después de la cena, y con más placer si la comida resultó buena, la compañía agradable y el lugar apropiado para compartir un buen rato de charla distendida, es decir, durante lo que llamamos sobremesa.

Cada vez es más difícil saborear un buen puro, al animar la sobremesa y degustar el postrero placer de los manjares y los vinos. Nos falta un acompañante más: un licor. Indudablemente, dependiendo del lugar, este variará; previsiblemente, si estamos en Cuba, lo tenemos claro: "La Habana sabe a ron y huele a Habano". Si andamos en cualquier otra parte de América podemos compartir este supuesto o tomar un tequila reposado o un buen pisco. Si hacemos estancia en Norteamérica, alguna vez lo cambiaremos por el whisky; y si vivimos en Europa tendremos también la opción de un buen coñac, un Gran Marnier o un Oporto.

En todo caso, el licor solo será un acompañante del aroma del puro y de la sensación de paz, de placer y de amistad que en torno a un buen Habano se genera entre los comensales. Sí, podemos decir que el Habano es la guinda fantástica de la sobremesa. Ese postre final del café, copa y puro tan castizo en la España del siglo pasado.

La pasión por fumar resulta por día difícil de disfrutar, al menos en Europa, donde está prohibido hacerlo en los restaurantes. Para deleitarnos en ese hábito, tenemos que acudir a comer al aire libre en las terrazas, jardines o azoteas de los mismos y quedar limitados en el tiempo por razones climáticas. Últimamente se están acondicionando muchos locales abiertos para combatir también el frío y disfrutar del Habano después de comer, y así poder satisfacer a una importante cantidad de clientes.

Si se superan las dificultades apuntadas, estamos quizás en el rato más agradable de una comida: la sobremesa, adormeciendo las carnes, como decía Bartolomé de las Casas, y un poco eufóricos, que no borrachos, por el vino, los efluvios del tabaco y el mágico sabor de un buen licor.

Para los buenos fumadores, oler el puro antes de encenderlo es casi tan placentero como fumarle; y toda la parafernalia de un buen encendido predispone al disfrute final del aroma del humo.

En mis visitas a Cuba he tenido el placer de compartir con amigos, -en 2016 y 2018 en el Seminario Gastronómico Internacional Excelencias Gourmet-, y allí pude disfrutar de un multitudinario encendido de puros por todos los asistentes después de una comida. Momento para recordar esa gratísima sobremesa que se convirtió en todo un espectáculo para tenerlo, además, en la memoria permanente de los aromas y los grandes recuerdos de La Habana. Efectivamente, quien dijo  "La Habana sabe a ron y huele a Habano" estaba lanzando todo un mensaje de placer, del placer de una gran sobremesa que nos proporciona un buen puro y todo lo que le rodea después de comer.

Mantener esta costumbre refuerza la importancia que tiene este momento en la gastronomía, para convertir en deleite completo la satisfacción de comer; no solamente como el simple hecho de alimentarse, sino de hacerlo como un goce donde no importa tanto lo que comimos, sino que lo hicimos relajados, en buena compañía y en un sitio adecuado.
Y a su vez, que todo esto nos permita disfrutar de un Habano y dejarnos envolver por el aroma del humo, en amistad con nuestros compañeros comensales. No cabe duda: entre la sobremesa y el puro Habano hay un buen maridaje.

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