Cambio climático y vino, momento para prevenir o curar

Creado: Mié, 17/08/2016 - 10:36
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Por: Mara Sánchez
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Cambio climático y vino, momento para prevenir o curar

Calentamiento global, efecto invernadero, cambio climático... Mientras se buscan acuerdos internacionales que no llegan, en el mundo del vino no hay siquiera conciencia colectiva, pese a las voces de alarma.

El calentamiento del planeta es una realidad para muchos organismos internacionales y la solución está en el respeto medioambiental, aunque ya llegue tarde.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) ponía de manifiesto hace 15 años que ese calentamiento se estaba produciendo en distintas partes del mundo y hoy las evidencias resultan esclarecedoras, si bien nada, o muy poco, se ha hecho para evitarlo: han aumentado las temperaturas del aire (una media de 0,6 ºC el pasado siglo) y de los océanos, se están derritiendo los glaciares y crece el nivel del mar.

El cambio climático responde a causas naturales, pero también a la acción del hombre, pues la emisión de gases de efecto invernadero es cosa nuestra. Con la industria, la agricultura y la combustión de combustibles fósiles hemos conseguido que la concentración de esos gases haya aumentado un 30% desde el siglo pasado, como recoge el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.

Los hay que tachan el discurso de alarmista o de pro ecologista, pero son datos que para los expertos resultan incuestionables y lo achacan a los modos de producción y al consumo energético. Las consecuencias afectan al medio ambiente, pero también son de carácter social y económico, y aunque evitarlo a estas alturas resulta imposible, cuanto más se tarde en tomar medidas contra ese calentamiento global los efectos serán menos reversibles.
 
Poco concienciados

Hace nueve años Al Gore, el ex vicepresidente demócrata de EEUU (entre 1993 y 2001), presentó el documental Una verdad incómoda para mostrar y concienciar sobre lo que estaba pasando en el planeta.

Un trabajo que removió conciencias y animó a Bodegas Torres en su lucha contra el fenómeno. Fue una ardua tarea liderada por Miguel Torres, presidente del grupo, convencido de que cuanto mejor cuidemos la tierra mejor viviremos.

Sintió que la viña y la viticultura estaban amenazadas a causa de lo sensibles que son a los cambios de temperatura, por lo que intensificaron sus esfuerzos y activaron el proyecto “Torres & Earth” con una serie de medidas para paliar los efectos del cambio climático, y el ambicioso objetivo de llegar, en 2020, a reducir en un 30% las emisiones de dióxido de carbono (CO2) por botella respecto a los niveles de 2008.

Hoy lo han conseguido en un 11%, pero saben que tienen que concienciar a sus proveedores para que ellos también reduzcan sus emisiones en la parte que les corresponde pues supone un trabajo que implica a todos, desde la viña hasta el transporte final. Por su parte han adquirido coches ecoeficientes, están trabajando con botellas menos pesadas, han instalado paneles solares, tienen una caldera de biomasa a partir de la quema de madera de la poda…

Entre 2007 y 2015 el grupo lleva invertidos 10 millones de euros en su lucha contra el calentamiento global. Además, en 2011 Miguel Torres impulsó una agrupación de bodegas que firmó la llamada Declaración de Barcelona en la que se comprometían todas en la lucha contra el cambio climático, aunque a día de hoy todavía son muy pocas las que invierten pensando en reducir sus emisiones.

Otra de las aspiraciones de la firma catalana es que los requisitos para obtener la certificación ecológica sean más exigentes y contemplen la medición de emisiones de CO2 a la hora de conceder ese reconocimiento.
 
¿Riesgo real para el viñedo español?

Los efectos que el cambio climático pueda tener sobre la viña aún no han puesto de acuerdo al sector, si bien es verdad que algunos viticultores y bodegueros ya están concienciados y preparándose para lo que pudiera acontecer (Juvé & Camps, Gramona, Roda o Martin Códax entre otros).

Hay bodegas que empiezan a buscar uvas resistentes a climas más cálidos y están comprando parcelas a mayor altura buscando el frío que retrase la maduración. En su caso, Torres ha adquirido tierras en Tremp, a casi 1.000 metros en el pre Pirineo leridano, pues están convencidos de que el calentamiento no se puede frenar.

Incluso creen que podrá modificar el mapa de las denominaciones de origen. Desde fuentes oficiales aseguran que para el sector vinícola podría suponer la extinción de plantas porque los hábitats cambiarán, y de hecho en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) trabajan en la obtención de variedades más fuertes que aguanten tanto la sequía como el calor, entre las que se encuentran uvas autóctonas en desuso, lo que no significa que todas tengan interés enológico.

Como alertan algunos bodegueros germanos, la subida de las temperaturas también puede acabar con peculiaridades enológicas como el vino de hielo (eiswein), ya que los granos de uva necesitan temperaturas inferiores a los –7 ºC para congelarse. Este año la bodega vallisoletana Vidal Soblechero (en La Seca), que elabora con verdejo un vino de hielo, ha tenido serias dificultades para su añada por culpa de la ausencia de heladas.

Si de momento los datos no permiten precisar qué cambios concretos podrían darse, la información obtenida por ahora sirve para tomar medidas de prevención.

Dicho esto, voces acreditadas del CSIC cuestionan, a partir de la información que manejan, que se pueda afirmar categóricamente que ese cambio climático sea real.

Carmen Martínez, investigadora de la Misión Bilógica de Galicia (centro del CSIC), con 30 años de experiencia, reconoce tener dudas “porque realmente no hay demasiados datos científicos que demuestren en zonas vitícolas concretas grandes cambios de temperatura.

En el centro en el que trabajo hay una de las estaciones climáticas más antiguas de España, con datos desde hace más de 50 años, y vemos que la temperatura media no ha cambiado, al igual que los índices de pluviometría. Es un dato objetivo que no nos permite certificarlo”.

Respecto a esas zonas donde se asegura que la uva está madurando antes, la científica recuerda los cambios enormes protagonizados por la viticultura en los últimos 100 años. “Tras la filoxera se introdujo el cultivo en espaldera, distintos sistemas de poda adaptados a cada zona y a cada variedad para acelerar o retrasar su maduración y conseguir unas características determinadas, se utilizan portainjertos que también influyen en el adelantamiento o el retraso, en darle más vigor a la cepa o no…

Por eso la pregunta es si esa más temprana maduración responde al cambio climático o a la aplicación de esas técnicas de cultivo. Como científicos, honradamente, no lo vemos ni tenemos datos que lo demuestren”.

Otra cosa es investigar y prepararse por si llega el momento poder aportar soluciones, dice, y es por eso que el CSIC está investigando esas nuevas técnicas con las que conseguir uvas más resistentes, pues incluso señala que hay bodegas que se lo piden. Pero a este respecto, desde su punto de vista, el tema del cambio climático se está mezclando con intereses comerciales.

“Los vinos de altas graduaciones cada vez se venden menos, están de moda los vinos más aromáticos, y ahí influyen las condiciones climáticas y el tipo de variedad. Hay bodegas interesadas en conseguir esos vinos con una acidez algo más elevada, propios, en general, de zonas más frías, de variedades de ciclos más largos, y eso (el cambio en sus elaboraciones) a veces se envuelve, justifica, con lo del calentamiento global”.

En todo caso, el desequilibrio entre madurez, aroma y grado alcohólico será el efecto principal que las alteraciones del clima tengan sobre la viña. Con temperaturas más cálidas aumenta el contenido de azúcar en la uva y su grado alcohólico lo que plantea el  dilema entre vendimiar antes para evitar que suba el alcohol (aunque los taninos transmitan sensaciones vegetales), o esperar a que estos maduren bien a pesar del aumento del grado.

Para ello serán determinantes las variedades con las que se trabaja, y para lo que se están recuperando y buscando uvas que puedan resistir en esas condiciones más extremas. Será también clave el sistema de poda y la conducción de la planta buscando más cobertura frente a las radiaciones del sol.

A pesar de que todavía hay mucha incredulidad al respecto, entre los estudios más recientes publicados el del Laboratorio Internacional en Cambio Global (LINCGlobal) prevé para 2050 un cambio significativo en el mapa del vino reduciendo la superficie apta para su producción entre un 25% y un 75% en zonas tradicionales para su cultivo, entre las que se incluye España.

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